Para mí Tarragona era una ciudad desconocida, un lugar que, cuando llegué, me pareció por descubrir desde el primer momento, abriéndome todo y cada uno de sus rincones, de la ciudad y de su gente. Me llevo lo que me que marcó durante mi convivencia, su gente y su belleza, algo que se mezcla a la perfección y que pude comprobar con y sin cámara. Siempre digo que la fotografía es una especie de disculpa para el encuentro con las personas y los lugares, y lo único que pretendo es reflejarlo lo mejor posible. Pues bien, Tarragona es de esos lugares que se hace fácil para trabajar, que te acepta a la primera, que te hace sentir vecino según llegas, sin tapujos; por eso mi paso por esa ciudad siempre lo recuerdo con una sonrisa, como una pequeña etapa de aprendizaje que me llevo conmigo, gracias a su cultura. Es una ciudad que históricamente entendió el intercambio como una forma de crecer, y que al mismo tiempo no olvida sus raíces, su identidad. Solo digo que ojalá alguna de mis imágenes contribuya un poquito a esa memoria y suma simultánea.

Por todo ello, gracias Tarragona, y sobre todo, hasta pronto, Tarragona!