Carregant ...

2014

David Beniliam

Durante mi estancia en Santa Tecla, pude comprobar que la ciudad de Tarragona se había engalanado por todos los rincones. Disfraces, banderolas, pasacalles populares, pirotecnia…, desde primera hora de la mañana había un gran ambiente por las plazas y calles que se extendía toda la jornada, hasta bien entrada la madrugada. Los tarraconenses te hacían partícipe de su alborozo, de su amor a la diversión y a la tradición. Los balcones se poblaban de vecinos y curiosos, para atisbar esa manera de festejar tan mediterránea: “de puertas hacia fuera”. Sonaba el pasodoble Amparito Roca, a lo largo de las horas y los días, en mil variaciones de tempo distintas,  desde la más lenta y trágica, a la más trepidante y bailable. Era toda una liturgia sin pausa: la del fuego y la música, la del bestiario de criaturas y los niños.

¡Y qué singular, el papel de los niños en la fiesta! A través de la Santa Tecla Petita -como una “transfusión entre dos generaciones”-, los padres iban transmitiendo los valores de la fiesta, generando un sello indeleble en la memoria del niño, que lo atesorará de por vida.

Los espectaculares castells sobrecogían con su audacia y coordinación. Superándose en complejidad a cada nueva formación. Los niños coronaban el pom de dalt con intrepidez de héroes. En otro grado de proeza, ver danzar a los diablos entre fuegos traicioneros, y encamarse hacia la luz, despreciando todo peligro, forjaba una impresión poderosísima de estar contemplando un escena de otro tiempo.

Por último, deseo agradecer y celebrar a todas las personas que me permitieron entender y compartir la festividad de Santa Tecla en su compañía. Devuelvo estas imágenes como símbolo de gratitud a la ciudad y a los tarraconenses.

David Beniliam